Consumo de sustancias psicoactivas en la adolescencia

Consecuencias sobre el neurodesarrollo y la salud mental.

Dr. Antonio Pascale | Médico Toxicólogo

Dos adolescentes conversando abrazados | Consumo de sustancias psicoactivas en la adolescencia

La adolescencia es un período en el cual frecuentemente ocurren consumos inicialmente experimentales de una o más sustancias.

Las más consumidas en nuestro entorno socio-cultural son el alcohol (bebidas alcohólicas), bebidas energizantes, tabaco, cannabis, sedantes o tranquilizantes, muchas veces sin prescripción médica. Esta etapa de nuestras vidas constituye un período crítico en el neurodesarrollo, en el cual ocurren cambios relacionados con la maduración del cerebro, denominados modulación sináptica, mielinización y “poda sináptica”. Esta maduración de los circuitos neuronales está vinculada con los avances en las habilidades cognitivas (aprendizaje, memoria, atención) y en el comportamiento. Estos cambios se relacionan también con la regulación de nuestras emociones, la toma de decisiones, el control de impulsos y el pensamiento reflexivo. La neuroplasticidad propia del cerebro adolescente es un proceso mediante el cual las neuronas consiguen aumentar sus conexiones con las otras neuronas de forma estable como consecuencia de la experiencia, el aprendizaje y la estimulación sensorial y cognitiva.

Un órgano que se encuentra en crecimiento o desarrollo es más susceptible a la exposición y a los efectos tóxicos de una sustancia. Por lo tanto, la adolescencia es un período crítico de vulnerabilidad pudiendo afectarse el potencial de desarrollo y maduración cerebral.

Los consumos excesivos episódicos de alcohol pueden tener un impacto sobre el neurodesarrollo. No es necesario que una adicción esté instalada, de hecho, en el caso del alcohol, no es lo más frecuente en los adolescentes. Estudios muestran menor capacidad cognitiva y de la memoria visuoespacial en consumidores jóvenes ocasionales de alcohol. La asociación con bebidas energizantes aumenta el consumo de alcohol en los jóvenes, con una mayor exposición a intoxicaciones alcohólicas y conductas de alto riesgo. Más aún, el riesgo de desarrollar un consumo problemático de alcohol en la edad adulta es mayor.

Si bien no existe un consenso o única posición al respecto, otros estudios muestran que el consumo de marihuana en la adolescencia puede determinar una mayor prevalencia de trastornos psiquiátricos (trastornos de ansiedad, trastornos psicóticos agudos o crónicos), y de consumo de otras sustancias psicoactivas en la edad adulta. Todos estos efectos negativos se relacionan de forma significativa con la edad de inicio, así como la dosis y frecuencia de consumo. El riesgo se incrementa cuanto menor es la edad de inicio de consumo de cannabis y cuanto mayor es la frecuencia y dosis. 

Los adolescentes consumen con frecuencia más de una sustancia. Existen estudios que han incluido otros factores que impactan negativamente en el cerebro adolescente, en los cuales se ha evidenciado que adolescentes con consumo frecuente y de altas dosis de marihuana y alcohol presentan alteraciones estructurales en la corteza cerebral. Si bien existen estudios que demuestran que el consumo de alcohol en la adolescencia puede causarlas por sí mismo, el consumo de cannabis podría agravar las mismas. Muchas de estas alteraciones son transitorias, consecuencia del consumo agudo o reciente, y son reversibles con el abandono del consumo. 

El consumo de sustancias puede exacerbar un trastorno psiquiátrico pre-existente. En algunos casos, las sustancias pueden ser consumidas para aliviar un sufrimiento psíquico, y en esos casos, no solo no se está tratando el mismo, sino que el riesgo de desarrollar dependencia (adicción) a las sustancias es mayor. Existe una correlación epidemiológica entre el consumo de algunas sustancias y la depresión. 

En caso de consumo, una consulta precoz puede estratificar el riesgo y evaluar la situación del adolescente en forma integral, en un espacio de escucha, sin estigmas, para promover la posibilidad de ayuda o captación. 

En todo caso, la prevención sigue siendo un pilar fundamental. Una buena comunicación con los adolescentes y jóvenes conduce a un mayor diálogo y, secundariamente, a un adecuado control de algunas situaciones. 

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